Hace unos días fallecía el diseñador alemán Hans Beck, creador de los populares juguetes Clicks de Playmobil. Esta noticia ha servido para que muchos niños de los 80 y 90 recordemos por un momento a esos entrañables muñequitos de plástico que desde hace años permanecen olvidados en cualquier cajón de nuestras casas. Adaptables a todas las situaciones y siempre con una sonrisa en su diminuta cabeza, los clicks permitían desarrollar la imaginación de los más pequeños.
Piratas, granjeros, pilotos de carreras, indios y vaqueros, incluso astronautas; las aventuras de estos muñequitos articulados no encontraban límites. Con un poco de paciencia, podías llegar a crear auténticas ciudades en miniatura con sus semáforos, coches, mansiones, estaciones, hospitales, restaurantes... Eso sí, resultaba imposible no perder alguna de sus insignificantes piezas. Por todos los rincones aparecían platos minúsculos, pelucas, señales de tráfico, animales de granja e incluso algún miembro corporal extraviado. Siguen existiendo, pero seamos sinceros: la época dorada de los clicks ya pasó. Sin embargo, algún día serán valorados como se merecen. ¡Una calle ya para los Cliks! De acuerdo, tampoco hay que exagerar.
Primos hermanos de los clicks eran los Pin y Pon. Con ese cardado que recordaba a los moños de las falleras valencianas, eran pequeñitos pero muy entrañables. Menos moldeables que los Playmobils, también disponían de sus propios vehículos, casas., granjas.. Tampoco nos podemos olvidar de otros muñecos como las Barriguitas, los Gi-Joes, las Tortujas Ninja o los Masters del Universo. ¡Cuántas horas arrastrados por el suelo manipulando estas figuras de plástico!
Hoy en día, en buena parte de los hogares españoles, los niños crecen rodeados de nuevas tecnologías; la diversión está garantizada con aparatos luminosos y sonidos estridentes, con juegos de ordenador que a veces pueden llevar a confundir ficción y realidad, con amigos sin rostro identificable conectados a la red... Me preocupa pensar que, entre todos, estemos formando a una generación con todo tipo de recursos a su alcance, pero sin capacidad para crear e imaginar, y mucho menos para desarrollar una conciencia crítica. ¿Qué podremos esperar de ellos? ¿A quién le interesa una sociedad así? Tal vez esté exagerando. O probablemente me esté haciendo mayor...
Hoy en día, en buena parte de los hogares españoles, los niños crecen rodeados de nuevas tecnologías; la diversión está garantizada con aparatos luminosos y sonidos estridentes, con juegos de ordenador que a veces pueden llevar a confundir ficción y realidad, con amigos sin rostro identificable conectados a la red... Me preocupa pensar que, entre todos, estemos formando a una generación con todo tipo de recursos a su alcance, pero sin capacidad para crear e imaginar, y mucho menos para desarrollar una conciencia crítica. ¿Qué podremos esperar de ellos? ¿A quién le interesa una sociedad así? Tal vez esté exagerando. O probablemente me esté haciendo mayor...
1 comentario:
Recuerdo que de pequeña tenía una casa ideal de Pin y Pon, con una noria de agua que hacía crecer una palmera. Idílico para mí, aunque no para mi madre, que iba la pobre detrás con la fregona cada vez que sacaba el juguete.
Bonito recuerdo
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