Cuando todavía resuenan en el Dolby Theatre los ecos de la bofetada que Will Smith le propinó al humorista Chris Rock hace un año, Hollywood afronta la nonagésima quinta gala de los Oscar con la incógnita de si la Academia, tradicionalmente tachada de conservadora, se atreverá a coronar a la favorita Todo a la vez en todas partes, mezcla estrambótica de comedia y ciencia ficción, frente a propuestas más clásicas y convencionales (y no por ello menos meritorias), como Los Fabelman, Sin novedad en el frente o Almas en pena de Inisherin. La atípica cinta de Daniel Kwan y Daniel Scheinert, que narra la historia de una inmigrante china que regenta una lavandería en Estados Unidos y se ve obligada a salvar el mundo utilizando los múltiples y sorprendentes poderes que le brinda el infinito multiverso (ahí la llevas), llega a la ceremonia en plena forma tras haber arrasado en las últimas semanas en los galardones de los sindicatos de actores, directores, productores y guionistas, y con tres de sus protagonistas aspirando seriamente a levantar la estatuilla. Los más optimistas auguran que podría cosechar siete de los once premios a los que aspira; una gesta heroica para un film irreverente y revolucionario que muchos ya catalogan como “de culto”, con un diseño visual poderoso y acelerado, ingenioso, friki y gamberro, que conecta a la perfección con la conocida como Generación Z, pero quizá resulte demasiado lejana, desordenada e incomprensible para una audiencia más amplia, madura y tradicional que no entiende tanta fascinación por un relato más propio del Tiktok que de lo que suele proyectarse en las pantallas de cine.
Todo a la vez en todas partes resulta tan extrema que la veneras o la detestas. Por eso, es lógico pensar que al académico que la escoja como Mejor Película también le habrá encandilado su reparto, fotografía, montaje, guión, vestuario, banda sonora... La pregunta es: ¿existe una alternativa? ¿Alguna de sus competidoras cuenta con posibilidades reales de aguarle la fiesta y acumular más de tres victorias? A priori, cuesta visualizarlo. Así que, en el improbable supuesto de que tanta la euforia en torno a la "ida de olla" de los Daniels pinche y dé paso a la decepción, asistiremos a un palmarés repartido y sin un claro vencedor.


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