sábado, 7 de agosto de 2010

MARCAPÁGINAS: LA PUERTA

"-Ha venido a disculparse, ¿verdad? -me preguntó sin una pizca de emoción.
Fue demasiado, casi volvió a sacarme de quicio, y tuve que medir bien mis palabras para evitar que nos alteráramos.
-No. Sigo pensando que tenemos gustos diferentes, pero eso no tiene importancia, y nuestra intención tampoco fue ofenderla. Si así lo desea, el perro de escayola se queda en casa, pero no podemos prescindir de su trabajo. Le ruego que vuelva con nosotros.
-¿Aceptarán entonces el perro de escayola? -lo dijo en un tono distante y frío; fue una declaración de condiciones digna de un jefe de Estado.
-Sí, claro (...).
A continuación, procedió a pasar revista a la casa. El perrito estaba colocado sobre la mesa de la cocina y, como la puerta estaba abierta, lo vio enseguida. Nos miró, luego al perro, volvió a mirarnos y, de repente, su rostro se iluminó con esa sonrisa maravillosa e inolvidable, tan suya, que reservaba para los momentos excepcionales. Cogió el perrito con las manos, le quitó el polvo y, tras hacerle una última inspección, lo arrojó al suelo. Nadie dijo nada, No había palabras humanas capaces de expresar lo sublime de ese instante. Emerenc estaba allí, altiva, con la cabeza erguida como una soberana entre los restos de escayola".

A veces una puerta guarda secretos, miedos o anhelos. Cuanto más inaccesible resulta, más curiosidad genera saber qué esconde detrás. En ocasiones no hay nada, pero su dueño la protege con uñas y dientes. En ese caso, ¿qué derecho tiene nadie a invadir ese espacio privado? ¿Puede existir alguna causa que lo justifique? Ésta es una de las cuestiones que aborda esta novela de la desaparecida escritora húngara Magda Szabó.
Cuenta la historia de la carismática anciana Emerenc, una portera y asistenta de rígidos principios, y la peculiar relación que establece con una escritora para la que trabaja. Emerenc, con sus formas rudas y su hermetismo, despierta sentimientos contradictorios en el lector. En algunos pasajes resulta antipática, intolerante y exagerada; en otros, en cambio, provoca ternura, admiración y, aunque quede mal decirlo, cierta compasión. Probablemente, costará comprender que lleve tan hasta el límite sus convicciones, pero eso es lo que hace coherente al personaje.
Pero, por encima de todo, La puerta muestra un continuo tira y afloja entre dos mujeres: una, entrometida, dura e inexpugnable; frágil, insegura e invasiva la otra. Constantemente luchan por imponerse en distintos frentes: en el terreno profesional, donde la asistenta marca su ley ante el asombro de la dueña de la casa; compitiendo por el amor de una mascota; y, por último, intentando no entregar más cariño que su contrincante. Se adoran y se detestan a partes iguales; se temen, pero se necesitan.
Preciosa novela de sentimientos que permite aproximarse tímidamente a la historia de un país sufridor, y conocer a una autora cercana, clara y sensible. Es el típico libro que no quieres que termine, aunque seguramente parte de su talento consiste en que lo hace en el momento preciso, ni antes ni después. Muy recomendable.
Para quienes esconden bajo llave secretos valiosos y tienen miedo de que algún día queden al descubierto.

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