domingo, 21 de octubre de 2012

MARCAPÁGINAS: LLENOS DE VIDA

Más bien, rebosantes de vida. Y de ironía, crítica, humor, ternura... El norteamericano John Fante se autorretrata en esta breve novela publicada en 1955 como un perdedor. Pero un perdedor que se resiste a serlo y, aunque el mundo se pone en su contra, gestiona sus frustraciones con serenidad e intenta mantenerse fiel a sus convicciones. 
El principal damnificado por la pluma satírica de Fante es el american way of life, el  modelo de vida de la clase media americana. John y Joyce forman un matrimonio feliz que comienza a mostrar fisuras a medida que avanza el embarazo del primer hijo de la pareja. Ella coquetea con el cristianismo y pone en cuestión todos los valores por los que se había guiado hasta entonces. Él, un escritor de éxito, ve peligrar su independencia y se siente obligado a adoptar las nuevas creencias de su mujer. Y por si no tuvieran suficiente con falsas alarmas de parto, neuras de padres primerizos y la llamada repentina de la fe, un problema doméstico provoca la aparición en escena del padre de John, un hombre tosco y rudimentario, pero entrañable y honesto; un personaje secundario que roba protagonismo a los protagonistas.
Fante caricaturiza con maestría un argumento sencillo a base de trazos gruesos y marcados, "llenos de vida". El resultado, un dibujo simpático, bien pensado, con raíces, de esos que se pueden llegar a convertir en marca representativa y con personalidad. Huye de líneas convencionales, de lo políticamente correcto y, también, de la reflexión inducida. No es extraño, pues, que su prosa irreverente inspirase al mismísimo Charles Bukowski.
La familia para Fante es sólida como una chimenea de obra, más estable incluso que los propios cimientos de un edificio. Cada miembro, de su padre y de su  madre, como se suele decir; pero, en el fondo, todos a una, como en Fuenteovejuna.
Esta novela fue adaptada por el propio Fante al cine en 1956. Sus protagonistas fueron Judy Holliday (Nacida ayer), Richard Conte (Barzini en El Padrino), y Salvatore Baccaloni.

Para ateos convencidos, gente con el instinto maternal distraído y familias estructuradas a su manera...

"La casa era grande porque nuestros proyectos también lo eran. El primero ya estaba allí, un bulto en el vientre de la futura madre, un bulto de movimiento sinuoso, deslizante y escurridizo, como un nido de serpientes. En las horas tranquilas que preceden a la medianoche, pego la oreja al lugar y oigo un rumor como de arroyo: gorgoteos, succiones, chapoteos.
–La verdad es que se comporta como el macho de la especie –dije.
–No necesariamente.
–Ninguna niña da esos puntapiés.
Pero mi Joyce no discutía. Llevaba aquello dentro y me trataba con distancia, con desdén e irradiando beatitud."

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