sábado, 16 de febrero de 2013

GRAN PANTALLA: AMOR, SEXO Y LIBERTAD


LAS SESIONES
Hay personas a las que les coges una manía irracional. No sabes por qué, pero te caen mal o te producen rechazo. Algo así me ocurre con la actriz Hellen Hunt. En realidad, en este caso sí sé cuál es el origen de mi resquemor. Me molestó que le concediesen el Óscar a la mejor actriz en 1997 por Mejor imposible, teniendo como contrincantes a Kate Winslet (Titanic), Judi Dench (Mrs. Brown), Julie Christie (Resplandor crepuscular) y Helena Boham Carter (Las alas de la paloma). Y no es que estuviese mal en su rol de madre coraje y tabla de salvación del paranoico Jack Nicholson... Pero tanto como para llevarse la estatuilla, pues tampoco.

Quince años después, Hunt me ha fascinado gracias a su terapeuta sexual con una vida personal de mierda de Las Sesiones, porque transmite realidad, combinando a la perfección frialdad y empatía, profesionalidad y deseo, frustración e instinto de supervivencia. Consigue que deje de lado mis prejuicios hacia su trabajo con la misma naturalidad con la que ella se quita la ropa en la película.
John Hawkes asume el complicado reto de interpretar al poeta y escritor Mark O´Brien, quien sobrevive postrado en una cama gracias a un pulmón artificial de acero. A punto de cumplir los 40, y a colación de un ensayo sobre la sexualidad de las personas discapacitadas que le encargan, decide explorar, luchar contra sus miedos y finalmente, con la bendición de la Iglesia y la ayuda de una terapeuta, perder la virginidad.   
Sentido del Humor y elegancia para un tema complicado e incluso tabú hasta hace poco tiempo. 
Para los que creen que hay barreras imposibles de rebasar. Les invitará a reflexionar.
Lo mejor: el reparto de principio a fin, a destacar ese párroco-amigo (William H. Macy).
Lo peor: incluso tratándose de una historia real, la positividad del protagonista resulta difícil de asumir.
¿Qué habría pasado si: algún director español se hubiera atrevido a enfocar este delicado asunto en la figura de Ramón Sampedro? Sin duda, se titularía Más adentro.
Nota: 7,5 sobre 10.

LOS MISERABLES
O la amas o la odias. Las cartas sobre la mesa desde el principio: a mí, me apasionó. Seguramente influyó el hecho de que no tuviera ninguna referencia previa: ni había leído la novela de Víctor Hugo, ni había visto los montajes musicales en teatro. Muchos de vosotros estaréis pensando que, víctima de esa virginidad argumental, era más fácil que me impresionara la nueva versión de Tom Hooper. Quizá... Pero, más allá de la historia, reconozco la entrega de los actores y su capacidad para convertir en preciosas piezas dramáticas cada una de sus sencillas actuaciones. Porque, no nos engañemos, Los Miserables es una rareza dentro de su género: no ofrece majestuosos números, bailes ni plumas. Es más, los diálogos son escasos, meros hilos conductores entre canción y canción. 


Resultan brutales los soliloquios cantados, en un único y primerísimo primer plano continuo y con voz en directo (como todas las actuaciones, gran acierto de la cinta), en los que los actores se descomponen progresivamente. Imposible pasar por alto el solo de poco más de cuatro minutos de Anne Hathaway, emoción pura que le valdrá el Óscar.
Para poder contar muchas cosas en "poco tiempo", Hooper confía en que el público otorgue más importancia a la majestuosidad del conjunto que a lo acelerado del relato. Prima, pues, la concreción sobre la argumentación, la pasión sobre la sutileza, lo épico sobre lo racional, la belleza del alma sobre su miseria. 
El paso del tiempo le hará un favor. 
Para espectadores sin muchos prejuicios ni demasiadas pretensiones; sólo así les cautivará.
Lo mejor: la apuesta por la voz en directo.
Lo peor: no ha sabido distanciarse demasiado de la versión teatral.
¿Qué habría pasado si: el papel de Fantine no hubiera recaído en Hathaway? Se trata de un personaje tan agradecido que, seguramente, cualquier otra actriz también estaría ahora acumulando elogios y premios. Marion Cotillard, Scarlett Johansson, Amy Adams y Kate Winslet fueron algunas de las aspirantes a este codicioso "caramelo".
Nota: 8,5 sobre 10.

AMOUR
Fiel a sí mismo, con un lenguaje narrativo realista y asfixiante como si quisiera acompasar el ritmo vital del drama que describe, Haneke ha dejado sin habla a crítica y espectadores con una historia de compasión, incomprensión, degeneración y, cómo no, amor. Una película difícil de digerir por lo cruda y desvestida que se nos presenta; repleta de metáforas (como esa conciencia disfrazada de paloma), sin artificios, milagros, lágrimas ni despedidas grandilocuentes. Los personajes, tanto los principales como los secundarios, mastican sus emociones, pero evitan compartirlas con palabras. Aún así, son incapaces de disimular el egoísmo, el miedo o la piedad que denotan sus actos.

Huérfanos de melodías, diálogos y primeros planos intencionados, la pareja protagonista se asoma, pausadamente, hacia el precipicio, con una maestría poca veces vista en el cine. Emmanuelle Riva y François Truffaut ponen el broche de oro a sus carreras con este matrimonio obligado a despedirse antes de tiempo, a que su cotidianidad muera en vida y a dejar de ser uno mismo y pasar a depender de los demás, ella, y a enfrentarse al abismo de la soledad, él. Reales es el adjetivo que más justicia les hace.
En definitiva, una obra maestra a la que no le pegan las palomitas porque el nudo en la garganta, y en algún momento también el sopor, impedirán tragarlas.
Para amantes del cine de autor pausado y naturalista.
Lo mejor: Los actores. Inmensos y desgarradores.
Lo peor: Algunas escenas resultan excesivamente tediosas.
¿Qué habría pasado si: fuera española? Se llamaría "Amour en tiempo revueltos" y la habría dirigido José Luis Garci, con Concha Velasco y José Sacristán (también valen Nuria Espert, Rosa María Sardá, Pepe Sancho, Emilio Gutiérrez Caba...).
Nota: 8,5 sobre 10.

EL LADO BUENO DE LAS COSAS

Siguiendo la estela de Juno, Pequeña Miss Sunshine, Up in the air o Los Descendientes, producciones con aire indie que relatan dramas de seres inadaptados con un tono "buenrollista", El lado bueno de las cosas nos presenta a un joven que intenta retomar el rumbo de su vida tras haber pasado ingresado varios meses en una clínica mental por agredir al amante de su mujer. En medio de este proceso, complicado por el rechazo social, la peculiar relación con su padre y por no haber superado la traición de su esposa, se cruza en su camino una chica más perdida que él y que, paradójicamente, le ayudará a encontrar el norte.
Fui al cine animado por las excelentes críticas y las numerosos premios y nominaciones que acumula esta propuesta dirigida por David O. Russell y he de decir que me decepcionó. Me pareció sobrevalorada, típica y poco arriesgada. Toda la incorrección que se puede esperar de ella sobre el papel, vuela por los aires al decantarse por el uso y abuso de clichés, píldoras humorísticas innecesarias y una falsa rebeldía. Lo que podría haber sido un melodrama atrevido acaba desembocando en una tonta comedia romántica, por mucho sello rompedor y deslenguado que le intente colocar.
Para quienes prefieren la etiqueta de "independiente" a la de "cursi", aunque a veces puedan significar lo mismo.
Lo mejor: poder ver a Robert De Niro en un rol digno, después de tanta morralla.
Lo peor: la maquinaria publicitaria vuelve a situar en primera línea en la carrera por los premios a una cinta correcta, sin más.
Nota: 7 sobre 10.

No hay comentarios: