El escritor checo Milan Kundera plasma en La identidad los problemas y las inseguridades que pueden surgir en cualquier pareja sentimental. Lo real y lo irreal se mezclan en esta novela en la que los personajes se nos presentan a corazón abierto; en profundidad, con sus inseguridades, miedos y debilidades al descubierto. Cualquiera puede verse reflejado en Chantal y Jean-Marc, amantes felices que exploran sus identidades, perdidos, sin saber qué dirección seguir.
Tendemos a pensar en el amor en términos absolutos, como un estado de felicidad permanente. Pero, ¿estamos preparados para que la pasión inicial se desvanezca y se convierta en otro tipo de afecto? ¿Se puede llegar a conocer bien al otro? Voy incluso más allá: ¿Uno llega a conocerse del todo a sí mismo alguna vez? Probablemente no. En ese caso, ¿quién puede garantizar la dirección que seguirán nuestros actos y sentimientos en el futuro?
El amor se dibuja casi como un juego de estrategia, más allá de la efímera pasión o la necesidad de compañía, de no estar solo.
Para los que han aprendido a vivir el amor sin miedo a qué pasará mañana.
Tendemos a pensar en el amor en términos absolutos, como un estado de felicidad permanente. Pero, ¿estamos preparados para que la pasión inicial se desvanezca y se convierta en otro tipo de afecto? ¿Se puede llegar a conocer bien al otro? Voy incluso más allá: ¿Uno llega a conocerse del todo a sí mismo alguna vez? Probablemente no. En ese caso, ¿quién puede garantizar la dirección que seguirán nuestros actos y sentimientos en el futuro?
El amor se dibuja casi como un juego de estrategia, más allá de la efímera pasión o la necesidad de compañía, de no estar solo.
Para los que han aprendido a vivir el amor sin miedo a qué pasará mañana.
“Jean-Marc miraba a Chantal, cuyo rostro, de pronto, se iluminó con una secreta alegría (…). Hubiera querido decírselo, pero le avergonzaba mostrarse patético. Sobre todo cuando le sobrevino otra idea, del todo contraria: ¿y si perdiera a ese ser único que le une a los humanos? No se refería a la muerte, más bien a algo más sutil, inasible, cuya idea le perseguía estos últimos tiempos: un día, él no la reconocería; un día, se daría cuenta de que Chantal no es la Chantal con la que ha vivido (…).
Ella le tomó la mano:
-¿Qué te pasa? Te has vuelto triste. Desde hace unos días me doy cuenta de que andas triste. ¿Qué te pasa?
-Nada, no pasa nada.
-Sí. Dime qué te pone triste en este momento.
-Imaginaba que eras otra persona.
-¿Cómo?
-Que eres otra persona que la que imagino. Que me he equivocado sobre tu identidad”.
1 comentario:
Interesante universo para explorar. La búsqueda de las identidades, la propia y del que tenemos delante. Creo que es una labor que no acaba nunca.
Un abrazo muy fuerte
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