
Morir es un mero trámite en esta novela cruda y muy personal. Su autora, Eugenia Rico, dibuja unos personajes femeninos valientes, aunque derrotados; apasionados, pero resignados. Cuando no pueden escapar más, se rinden, conscientes de que vivir era más complicado de lo que parecía. Para amantes de biografías de mujeres sin patria, sin esperanza, pero con muchos miedos y dolor acumulado.
"Desde entonces no soporto ver partir los trenes. Me parece que cuando un tren se va siempre hay una vida que se acaba, una oportunidad que se pierde, alguien que se despide para no volver. Las estaciones son como los cementerios, porque en una estación la vi por última vez y todas las estaciones me recuerdan el día en que ella se fue. Desde ese día no sé si creo en Dios, pero creo en el Diablo. El caos no puede ser tan perverso y, si Dios existe, no puede permitir algo así (...). Yo no la vi partir. Cerré los ojos cuando subía al tren. Quise ir con ella, pero no me lo permitieron. Yo era aria pura, de padres arios, lo quisiera o no. Me pusieron una fuerte multa. Nadie me saludaba. Pero no me dejaron ir con ellos".
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