Te conocí, porque al mirar la huella
de tu pie en el sendero,
me dolió el corazón que me pisaste.
Corrí loco; busqué por todo el día;
como un perro sin amo. ...
¡Te habías ido ya! Y tu pie pisaba
mi corazón, en un huir sin término,
cual si él fuera el camino
que te llevaba para siempre...
de tu pie en el sendero,
me dolió el corazón que me pisaste.
Corrí loco; busqué por todo el día;
como un perro sin amo. ...
¡Te habías ido ya! Y tu pie pisaba
mi corazón, en un huir sin término,
cual si él fuera el camino
que te llevaba para siempre...
Pintura: Sol ardiente de junio (1895), de Frederic Leighton.
Poema: De Eternidades (1916- 1917), de Juan Ramón Jiménez.
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