miércoles, 23 de abril de 2014

¿A QUÉ SABE UN OSCAR? (II)

"Me sorprendió lo que sentí. Una especie de resplandor que duró un par de semanas. Nunca había sentido algo así. Es como ganar una medalla olímpica. Pero en los Juegos Olímpicos ganas porque eres el mejor, y con el Oscar no es necesariamente así. Sólo te toca".
Al Pacino
-Tocado por la suerte-

Y costó bastante que le tocara, porque ganó tras seis derrotas. La suya fue la década de los setenta, con cinco nominaciones: El Padrino (1972, como actor de reparto), Serpico (1973), El Padrino, 2ª parte (1974), Tarde de perros (1975) y Justicia para todos (1979). En 1990, volvió a optar como secundario por Dick Tracy y, el mismo año en que obtuvo el Oscar por interpretar a un ciego en Perfume de mujer (1992), también aspiraba por Glengarry Glen Ross. Se lo arrebató, entre otros, al Chaplin de Robert Downey Jr. y al mismísimo Clint Eastwood, por Sin perdón.


“Es posible que tenga el niño en este mismo momento". 
Eva Marie Saint
-Con el parto en los talones-

Lo suyo fue llegar y besar el Oscar. Lo obtuvo como secundaria en su primera incursión cinematográfica con La ley del silencio (1954). Pocas son las actrices que han logrado esa gesta de debutar con premio; entre otras, Julie Andrews (Mary Poppins, 1965), Barbra Streisand (Funny Girl, 1969) y, más recientemente, Lupita Nyong (12 años de esclavitud, 2013).  
En total, el drama dirigido por Elia Kazan juntó 8 estatuillas (incluyendo las de mejor película, director y actor protagonista para Marlon Brando).
En el momento de recoger al hombrecillo dorado, Saint estaba embarazadísima. Sólo dos días después nacería su hijo Darryl. Ésta ha sido la única ocasión en la que la inolvidable pareja de Cary Grant en Con la muerte en los talones ha optado al galardón. Pero, cuidado, porque a sus 89 años, continúa en activo.    


"Vaya, si llego a saberlo me hubiera puesto un parche en el ojo hace treinta años". 
John Wayne
-El más rápido y perspicaz del Oeste-

Y no es de extrañar que el actor probablemente más viril y rudo hiciese esa reflexión al recibir su Oscar. Debutó en el cine mudo en 1926 y tuvo que esperar más de cuatro décadas para ser condecorado como protagonista por su sheriff tuerto y solitario Rooster Cogburn de Valor de ley (1969). Anteriormente, había estado nominado por Arenas sangrientas (1949) y como productor de El Álamo (1960), y había recogido los premios de amigos como Gary Cooper y John Ford.
Cuenta la leyenda que Wayne se sintió tan orgulloso de aquel reconocimiento que encargó réplicas de su estatuilla para todo el equipo de la película, aunque con una pequeña particularidad: todas ellas llevaban un ojo tapado con un parche negro. 
La última aparición del gran héroe americano en los Oscar se produciría en la gala celebrada el 20 de febrero de 1979, en la que entregaría el premio a la mejor película a El cazador, a pesar de encontrase bastante enfermo. Fallecería cuatro meses después.

“Si ese hijo de perra no hubiese muerto, yo habría ganado el Oscar". 
William Holden
-El hombre que no sabía lo que era la diplomacia-

Ese hijo de perra no era otro que su compañero de reparto en Network, un mundo implacable (1976), Peter Finch, quien había muerto de un ataque al corazón un mes antes de la gala. El londinense se convertía en el primer intérprete laureado póstumamente; sólo repetiría su hazaña el malogrado Heath Ledger, por su tenebroso Jóker de El caballero oscuro (2008).
A juzgar por sus presuntas palabras (ya saben que no siempre hay que fiarse de lo que se cuenta), William Holden no se tomó bien que el difunto Finch le quitara el Oscar; y eso que Holden ya lo había obtenido como protagonista de la bélica Traidor en el infierno (1953), y había estado nominado por El Crepúsculo de los dioses (1950), ambas dirigidas por Billy Wilder.

 "¡He conquistado Hollywood! ¡He ganado el Oscar! ¡Jesús, san Genaro, virgen del Carmen, nos habéis concedido la gracia!".
Sophia Loren
-Agraciada, conquistadora y devota-

Aunque ella siempre lo ha negado, esa frase es la que aseguran que pronunció la Loren (ese "la" dicho con el mayor de los respetos), cuando se enteró de que había sido premiada como la sufridora madre protagonista de Dos mujeres (1961). Hacía historia al ser la primera persona en vencer por un papel hablado en un idioma extranjero; años después, seguirían su ejemplo Robert de Niro (El Padrino, 2ª parte, 1974), Roberto Benigni (La vida es bella, 1998), Benicio del Toro (Traffic, 2000) y Marion Cotillard (La vida en rosa, 2007).
La actriz italiana se enteraba de su victoria por la llamada de su amigo Cary Grant, y Greer Garson subió al escenario en su nombre. Volvería a ser candidata por Matrimonio a la italiana (1964) y recibiría un Oscar honorífico en 1991.

“Por mi segunda y tercera película en Hollywood gané dos Oscar de la Academia. No pudo pasarme nada peor".
Luise Rainer
-Una mujer marcada-

Extraño es el caso de esta intérprete alemana nacionalizada estadounidense. Obtuvo dos reconocimientos consecutivos como mejor actriz por El gran Ziegfeld (1936) y La buena tierra (1937). Y, poco después, desapareció del cine (en principio se refugiaría en Broadway y, más adelante, en pequeños papeles en producciones televisivas; sólo ha participado en una película en los últimos 70 años). El suyo sería el primero de los muchos ejemplos de la "maldición del Oscar", de los grandes actores a los que la estatuilla pareció condenar al olvido.    
Rainer fue, junto a actrices como Bette Davis o Joan Crawford o escritoras como Dorothy Parker, una de las más férreas defensoras de la España democrática y antifascista, lo que le costó ser silenciada por la censura franquista. Quizá por eso se le llenó la boca de orgullo cuando, el 17 de febrero de 1983, anunció que el galardón a la mejor película extranjera era para Volver a empezar (1982), de José Luis Garci.
El pasado 12 de enero cumplió 104 años, lo que la convierte en la más longeva de los premiados. Además, ostenta otro récord: el de ser la actriz más joven en obtener dos estatuillas (a los 28 años). ¿Será Jennifer Lawrence quien le arrebate tal honor?

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