viernes, 12 de septiembre de 2014

TENDENCIAS CAZADAS AL VUELO

Ahora los modernos lo llaman cool hunter, trend huter o cazador de tendencias, pero precursores, gente con buen ojo o simples "aguilillas" existen desde que el mundo es mundo. Se necesita ser observador, tener imaginación y estar abierto a los cambios. Sólo con esas tres cualidades será posible captar los nuevos gustos y comportamientos sociales y, llegado el caso, intentar rentabilizar ese "don". No se lamente si es consciente de que pertenece a ese rebaño global que lo mismo se pone unas gafas con cristales reflectantes, que se hace selfies de forma compulsiva, se echa un cubo de agua fría por encima para colgarlo en Internet o deja crecer su barba como un chivo. Y si no se ha percatado, mejor vivir en la ignorancia. En el fondo, todos somos un poco borregos en uno u otro aspecto. Nadie escapa al influjo de las modas. Porque, no nos engañemos, "no querer llevar etiquetas" constituye una etiqueta en sí misma.

¿Por qué acabamos usando esas camisetas estampadas que, a primera vista, nos parecían espantosas? ¿Qué extraña fuerza de la naturaleza empuja a que usted, que siempre había sido de ron con cola, ahora necesite beber gin tonics, con condimentos a cada cual más original, sin parar? ¿En qué momento su peluquero no le prohibió intentar emular el peinado de su futbolista favorito? No hace falta ser sociólogo para recurrir a conceptos como marketing, imitación o el más prosaico "culo veo, culo quiero". Eso sí, afortunado usted si forma parte del escueto y privilegiado grupo de creadores y/o difusores de tendencias, porque se forra a costa de la simpleza del resto. Así de claro. 
Quien le escribe no ha nacido con la habilidad de predecir qué patrones de conducta, "necesidades" y caprichos cuajarán en la calle. Y tampoco tengo una masa de admiradores pendientes de mis estilismos y apasionantes devenires. La moda me adelanta por la izquierda muchas veces y yo ni la veo. Por eso, me he obligado a escribir este artículo con las corrientes que he detectado, para demostrarme que, con un poco de interés y de tiempo, cualquiera podría convertirse en un experto "fashion sabueso".
 
Ya le voy avisando de que, ahora mismo, usted no es nadie si no tiene en su armario una camiseta de Los Ramones. Da igual que no sepa quiénes eran, ni conozcan ninguna de sus canciones. Lo importante es que, con o sin mangas, en tela gris, granate o negra, se la enfunde y, como si fuera más rockero que el mismísimo Loquillo, salga a la calle orgulloso de su pecho punk. Ah, pero antes no dude en quemar cualquier prenda con reminiscencias a Kurt Cobain, Guns N´Roses o Metallica. ¡Demodés totalmente!
No se asuste si comienza a cruzarse con tipos que brillan en la oscuridad. No ha habido una fuga de radioactividad ni está usted en un videoclip de Katy Perry. Olvídese del azul pitufo, el blanco nuclear y el rojo gamba. Lo que se lleva es el color flúor o, lo que es lo mismo, los fosforitos de toda la vida. Rosa, verde, amarillo... Cuanto más chillón, más "in". Sí, esa misma gente que protestaba por tener que ponerse el chaleco reflectante en caso de incidente en la carretera, adornan su cuerpo ahora con relojes, collares, pulseras y toda clase de abalorios a cada cuál más cantarín. No apto para tímidos.

Una de las ventajas de las redes sociales es que son un maravilloso escaparate para curiosear y advertir en qué andan metidos tus contactos. Y, en los últimos meses, me ha llamado poderosamente la atención lo aficionados que se han vuelto muchos a correr y apuntarse a maratones. Cinco, diez, veinte kilómetros... Con dorsal y todo, oiga. Nada que ver con ese otro especimen que ha adquirido la extraña costumbre de colgar fotos de sus pies con la playa al fondo durante sus vacaciones, acompañadas de frases como "esto es vida", "completamente relajado" o "lo más parecido a la felicidad" (¡qué hay que ser cursi!). No pasa nada, lo hemos hecho todos. ¿Por qué? Elija una de estas cuatro opciones: 1- Por aburrimiento. 2- Para dar envidia. 3- Por simple. 4-Las tres anteriores son correctas.

La llamativa campaña de la marca Coca Cola de customizar sus latas con nombres propios también tuvo su reflejo en el universo 2.0. Cada día, miles de usuarios colgaban en Twitter, Facebook o Instagram imágenes de su envase identificativo. ¿Dónde está la fina línea que separa lo que es un gesto simpático e ingenioso de otro cansino y vulgar? Si usted se llamase Eustaquio, Georgina o Filomena no se habría encontrado ante esta dicotomía.
Quienes hayan sido padres me darán la razón cuando diga que hay pocas cosas más complicadas en la existencia que elegir el nombre de un bebé. Pero es que, últimamente, el asunto se está convirtiendo en un verdadero quebradero de cabeza. Lejos quedaron los tiempos en que el santoral dictaba sentencia o al hijo del Ansemo le tocaba ser "Anselmo hijo". En pleno siglo XXI, todos queremos para nuestro churumbel el nombre más original, bonito y "único". Conforme investigas y cotejas, empiezas a ser consciente de que (1) o te pasas de ingenioso o (2) tienes el mismo gusto que la mayoría. ¿Qué hacer en ese momento? Mi consejo: láncese a la piscina. Sí, la Península Ibérica se está plagando de Hugos, Cayetanas, Olivias, Carlas, Íkers, Jimenas, Martines, Martinas y Danielas. Pero los responsables no son los progenitores; la culpa es de Sara Carbonero, Paula Echevarría y todas esas gurús que le han dado la espalda a lo tradicional, a los Antonios, los Ramones (así podrían aprovechar la camiseta), las Dolores de toda la vida de Dios.      

¿Alguna vez se han sentido un extraterrestre? A mí me pasa cuando me junto con mis amigos y empiezan a comentar las series de televisión norteamericanas que se descargan por Internet. Que si Homeland, que si Breaking Bad, que si Juego de tronos... Cada nueva temporada se convierte en un acontecimiento. Pero hay un requisito fundamental para ser un gran seriéfilo: jugar a que siempre has visto algo más que el resto del mundo. Vamos, poner los dientes largos o, como también dicen los modernos, amenazar con soltar spoilers. Que digo yo que va a llegar un momento en que los guionistas van a necesitar ir acompañados de escoltas para evitar que los fans les secuestren para ir un paso por delante de los demás. Confieso que me encantaría poder engancharme a alguna y tener ganas de ver cuatro capítulos seguidos, pero no me sale... Seguramente es por llevar la contraria.

Está demostrado: el ser humano está ávido de nuevas guías; emociones fuertes en forma de trapito, App o súper producciones épicas. Cualquier estímulo que le haga creer que es el primero, o el segundo, o el tercero, pero que mola, que está en la onda. Pero tampoco subestime a sus semejantes; existen tendencias que no acabaron de cuajar, como eliminar el perfil de Facebook, el champú de caballo o el balconing. Aunque si lo hace Paula Echevarría...

NOTA: Si te ha gustado este artículo, no dejes de visitar la reflexión de Josevi Sánchez sobre lo que él llama "El efecto borrego 2.0".

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