miércoles, 27 de agosto de 2014

TROTAMUNDOS: TOM WAITS O LA HORA DE CERRAR

Existen músicas y canciones para diferentes momentos de ánimo: para la alegría, para la tristeza, para el amor y el desamor… Y existen artistas que se lanzan a satisfacer esas sensaciones de un público que sabe qué encontrará exactamente en cada uno de sus discos. Pero también hay otro tipo de artistas cuya fuerza motora es la búsqueda decidida de nuevas formas de expresión, la experimentación constante del material creativo con el que trabajan. Ello provoca que muchas veces su público se sienta desconcertado ante sus obras, sorprendidos, decepcionados, agradecidos a veces. Y hasta puede que pasen por todas las fases, sobre todo a medida que van conociendo y entendiendo el disco que escuchan, mientras acomodan el oído al nuevo material que se les ofrece.

El cantautor estadounidense Tom Waits es uno de esos artistas. Muy en la tradición de los singwriters norteamericanos, Waits es posiblemente el cantante que mejor ha sabido aunar en sus discos la tradición y la vanguardia, consiguiendo con ello editar una serie de obras difíciles de catalogar: audaces, esquivas, eclécticas… Valientes, en definitiva.
La imagen de Tom Waits (poco conocida en España para el gran público, al menos en comparación con otros cantantes como Bob Dylan o Van Morrison), resulta tan atractiva como misteriosa. Reacio a conceder demasiadas entrevistas y exhibirse en público más allá de sus conciertos, Waits pone rostro a la conocida figura del artista atormentado, la del eterno perdedor, la otra cara del sueño americano… Ahora bien, como muchas veces suele suceder en estos casos, es importante tratar de no caer en simplificaciones y evitar que la imagen que proyecta el personaje no supere al propio personaje y termine por convertirlo en una caricatura muchas veces alejada de la realidad. Él mismo trata de rehuir la oscura sombra que mediáticamente proyecta. “Ser un borracho no tiene ninguna gracia”, comentó una vez a la prensa, tratando de sacudirse la supuesta premeditación que podría ocultarse tras su personaje.

Es Tom Waits uno de esos artistas que trata de proyectar su obra desde diferentes tradiciones y formas de expresión. En él tienen cabida desde el country más añejo, el vodevil y el rhythm and blues, hasta sonidos más duros y modernos como el rock, el pop e incluso el punk. Todo bien sacudido en brillantes cocteleras, como suelen ser los discos que edita. De manera que al final podemos afirmar que es prácticamente imposible que no te guste alguna de sus canciones o discos del mismo modo que es imposible que te pueda llegar a gustar todo. Su versatilidad, su audacia y valentía provocan que no estemos ante un cantante de fácil escucha, sino más bien ante un artista escurridizo cuyos discos son auténticas sorpresas que a veces pueden no agradar al oyente. O a veces sí. De lo que no cabe ninguna duda es de que, a pesar de sus intentos por experimentar y transgredir las normas establecidas en el terreno musical, Tom Waits ha llegado a construir un universo propio, con unos códigos y un estilo muy personales.

Es cierto que la voz desgarrada y áspera (a veces incluso gutural) del cantante norteamericano parece el aullido de una bestia perdida en la oscuridad de la noche, pero no menos verdad es la belleza melancólica que subyace en cada una de sus canciones, en cada uno de sus gritos. Discos de su extensa discografía, como su brillante debut, Closing Time, u otros como Reinver dogs o el más reciente Orphans son tan tristes y por momentos oscuros como balsámicos y reconfortantes. La música de Waits es la que apetece escuchar en los bares después de echar el cierre, cuando muere la necesidad de representar el papel que la vida diaria y el trabajo imponen. Su música parece poner color a los solitarios y desheredados que buscan en la calidez de los locales abiertos y las copas en la mano la tranquilidad y comprensión que niega el trasiego del día a día.
Bien podría perecer que hablamos de canciones lúgubres y depresivas, pero lo cierto es que sus letras no son tan pesimistas y que, gracias a su perfección y sensibilidad, sus discos ofrecen un camino a recorrer para el oyente, puede que oscuro y misterioso, pero camino al fin y al cabo. No hay nada como tener cerca alguno de sus discos para entender que también la tristeza y la desilusión son campos fértiles sobre los que además se puede caminar con cierto sentido.

GONZALO FERRADA
- Periodista y profesor de literatura -

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