jueves, 5 de julio de 2018

DIEZ

Diez años han pasado desde que escribiera las primeras líneas de un blog que, aunque quizás ellas no lo recuerden, me animaron a crear mis amigas Miriam y Verónica mientras nos dábamos un baño en la playa de El Saler. Una década en la que el mundo ha cambiado muchísimo. En 2008 no nos comunicábamos por WhatsApp, ni por redes sociales; sí, todavía conversábamos con fluidez y mirándonos a la cara. No conocíamos a Pedro Sánchez, ni a Pablo Iglesias, Mario Vaquerizo, Taylor Swift, Pablo Alborán, Emmanuel Macron, Jennifer Lawrence, Julian Assange, Paquita Salas... Resultaba difícil imaginar que Donald Trump pudiera llegar a ser Presidente de Estados Unidos,  pagar con el móvil, montar en un Cabify, que dejaríamos de fumar en puestos de trabajos y discotecas, ver series en Netflix o que la Selección Española de Fútbol ganara la Copa del Mundo. Desconocíamos que incorporaríamos a nuestro vocabulario palabras y expresiones como gift, retuit, meme, desahucio, empoderamiento, sorpasso, fake news, Brexit o “liarla parda”, o que nos entretendríamos con Sálvame, Masterchef, La La Land Juego de tronos. En estos 27.012 días hemos visto plazas llenas de indignación contra gobiernos totalitarios y/o corruptos; imágenes de sufrimiento y dolor en países en guerra y en atentados terroristas en el corazón de Occidente; personas huyendo de sus lugares de origen y buscando refugio, muchos con escasa fortuna y comprensión; a las mujeres reivindicando sus derechos, hartas de abusos, violencia y desigualdad jurídica con respecto al hombre; en España, desaparecer ETA, cambiar de monarca, un Congreso multicolor o la caída de un Gobierno por una moción de censura...
Reviso mis primeros artículos, los de aquel verano lleno de inspiración (colgaba varios posts al día), y me reconozco. Sí, reconozco a ese joven de 26 años que se iniciaba en el periodismo, lejos de su casa, y sin haber sufrido todavía ningún golpe importante; sin pérdidas, sin enemigos. Tampoco había vivido mi mayor alegría: convertirme en tío, “el tío de Candela”. Me gusta leer los textos y pensar: ‘¿esto lo he escrito yo?’, ‘¿cómo se me ocurrió esta idea?’, ‘¿tanto me emocionó esa película?’... Y me enfado al darme cuenta de que en los últimos tres o cuatro años tengo esta web un poco descuidada. Porque me encanta este ‘pequeño refugio’ que creé ‘en un mundo cada vez más intransitable’. 
Me gustaría agradecer a mi familia y amigos que me animan a no abandonarlo del todo; a la gente que ha colaborado escribiendo y aportando contenido; y, sobre todo, a los internautas que alguna vez se han paseado por aquí. 
En una ocasión, en el instituto, una profesora le dijo a mi amiga Sara que era increíble lo mal que se expresaba hablando y lo bien que lo hacía sobre el papel. A mí me pasa igual. Por eso, seguiré llenando este refugio de experiencias, de críticas (siempre positivas y constructivas), de reflexiones...; aunque nunca deje de ser un blog insignificante en la inmensidad de la Red. ¡Qué más da! No hace falta. Es mío. Y me enorgullezco de poder seguir diciendo, diez años después, “y que pequeño soy yo”. 

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