lunes, 11 de agosto de 2008

AMISTAD

-“¿Qué te pasa?”, preguntó Natalia preocupada.
Llevaba un rato esperándola en la esquina donde siempre se citaban, cuando la vio aparecer con aire bucólico. Aquella estampa le resultaba familiar. Se temía lo peor. Antes de poder formular la pregunta, su amiga se lanzó a sus brazos y rompió en un llanto desconsolado. Unos minutos después, sentadas en un banco, pudo explicar el motivo de su angustia.
-“He quedado esta tarde con Eduardo. No me riñas, por favor. Ya sé que no debería haberlo hecho. Pero no lo he podido evitar”, reconoció entre sollozos.
-“Le he pedido perdón por haberlo agobiado tanto desde que rompimos. Entonces, él ha reaccionado como si le diese todo igual y ha cambiado de tema”, continuó.
Natalia la observaba con el rostro serio. No sabía qué hacer con las manos. En menos de un minuto las utilizó para acariciar la cabeza de la desconsolada criatura, para apoyarse en su hombro y para sacar un pañuelo de papel de su bolso. Aquello la sobrepasaba. Finalmente, cruzó los brazos, aprovechando de paso la postura para resguardarse del frío.
-“Claro, yo me he enfadado mucho y le he dicho que fue un cabrón conmigo, que lo admitiera de una vez por todas. Y en ese momento se ha puesto a gritar como un loco. Ha dicho que le olvide y que no quiere saber nada más de mí, y se ha largado. Estoy fatal. No me lo merezco”, concluyó.
“¿Qué hago?”, pensó Natalia. Sinceridad era lo que menos necesitaba en aquel momento su amiga. Eso era evidente. Pero, por otra parte, alguien tenía que decirle las cosas claras de una vez por todas. ¿Era esa la ocasión más idónea? Probablemente no. Aún así, se lanzó a la piscina y no escatimó en crudeza a la hora de dar su opinión.
-“Lo siento mucho, pero entiendo perfectamente a Eduardo. ¿No te das cuenta de que desde que rompisteis estás completamente obsesionada? Vale que él no actuó del modo correcto y que jugó contigo. Eso nadie lo niega. Ahora bien, tú te has comportado como una inmadura. Desde hace un año sólo sabes hablar de lo mal que estás y de lo mucho que ese tío te ha hecho sufrir. Joder, ni tan siquiera nos preguntas a los demás cómo nos va la vida”.
Cada sílaba que pronunciaba sonaba más cruel, más implacable. Natalia era consciente de ello. Había guardado demasiado tiempo esos pensamientos. Ahora era imposible intentar frenarlos.
-“Lo que menos necesito ahora es que te cebes así”, replicó su vulnerable presa
-“No te equivoques. Precisamente lo que necesitas es oír todo esto. Ya te has compadecido más que suficiente”, dijo elevando el tono.
Hizo una pequeña pausa para tragar saliva. Veía el miedo reflejado en los ojos de su amiga. Aún así, no se detuvo.
-“Joder, tú antes eras una tía alegre. Mírate. Ningún hombre merece tanto la pena para llegar a estos extremos. Y perdona si te estoy ofendiendo. Te doy mi opinión porque creo que me he ganado el derecho de hacerlo”.
-“Has sido demasiado cruel”.
-“Siento que lo veas de esa manera”.
-“Me voy a casa”.
-“Nos están esperando para cenar. Raquel se va mañana”.
-“No estoy de humor. Prefiero quedarme. Diles que estoy enferma”.
-“Como quieras. Pero, como de costumbre, vuelves a hacerte la víctima. Te lo digo para que te des cuenta”.
-“Gracias. Eres muy considerada”.
A continuación, Natalia se quedó inmóvil. Se quedó observando cómo aquella mujer sin identidad se esfumaba entre la bruma de la noche. No, no se sentía culpable. Precisamente porque la quería, porque era su amiga, sabía que había actuado correctamente.

3 comentarios:

Verónica Rodríguez dijo...

Tienes toda la razón. Un buen amigo no es que siempre te dice lo que quieres oír. A veces nos hace falta escuchar, aunque no queramos, este tipo de contestaciones para reaccionar ante un callejón sin salida.
Yo también soy fan de tu blog. Eres una persona excepcional.
Un abrazo gigante

Anónimo dijo...

hola pequeño¿has pensado en ser escritor o critico literario?,lo haces muy bien me encanta lo que narras ¿es tuyo?

David Núñez dijo...

Hola!!!
Gracias a los dos. Anónimo, todo está escrito por mi. Muchas gracias por leerme.
1 abrazo