
Aquella mañana sus primeros pensamientos fueron dedicados al atractivo muchacho que había descubierto en el supermercado el día anterior. A pesar de que no recordaba su cara con claridad y ni siquiera sabía su nombre, tenía la sensación de que ese misterioso individuo podría enamorarlo sin hacer ningún esfuerzo. Otras veces había tenido la misma intuición. “Pero él es diferente”, pensó mientras dibujaba una sonrisa en su cara todavía marcada por el contacto con las sábanas.
A continuación, se acordó de la cena de la noche anterior con sus amigos. Aunque se había divertido, algo le inquietaba. Era incapaz de definir ese algo; era como un extraño presentimiento, como si aquella reunión fuese a marcar un antes y un después en las relaciones entre ellos. El fin de un ciclo. Sí. Habían compartido juntos muchas experiencias y habían forjado unos lazos sólidos, aparentemente inquebrantables. Ahora, la marcha de Raquel cambiaba las cosas. Sus caminos comenzaban a separarse y ninguno de ellos parecía dispuesto a oponer resistencia. Miguel tampoco. El estridente sonido del despertador interrumpió bruscamente sus pensamientos.
A continuación, se acordó de la cena de la noche anterior con sus amigos. Aunque se había divertido, algo le inquietaba. Era incapaz de definir ese algo; era como un extraño presentimiento, como si aquella reunión fuese a marcar un antes y un después en las relaciones entre ellos. El fin de un ciclo. Sí. Habían compartido juntos muchas experiencias y habían forjado unos lazos sólidos, aparentemente inquebrantables. Ahora, la marcha de Raquel cambiaba las cosas. Sus caminos comenzaban a separarse y ninguno de ellos parecía dispuesto a oponer resistencia. Miguel tampoco. El estridente sonido del despertador interrumpió bruscamente sus pensamientos.
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