lunes, 24 de mayo de 2010

MARCAPÁGINAS: LA RATONERA

La memoria es selectiva; no sabemos muy bien por qué retenemos determinados momentos o sensaciones y olvidamos otros. Y si hablamos de la infancia, la selección de recuerdos es todavía más irracional, más difícil de justificar. Os preguntaréis qué tiene que ver esta reflexión con La ratonera. Me explico: cuando era pequeño me impactó muchísimo una película que emitieron un domingo por la noche en TVE; su título: Los diez negritos. Era una adaptación de la obra de Agatha Christie Y no quedó ninguno. Resumo su argumento: diez desconocidos son invitados a una misteriosa mansión; todos ellos tienen cuentas pendientes con la justicia por diferentes motivos. Sin posibilidades de huir, un criminal los va eliminando uno a uno. Y hasta aquí puedo leer...
La historia me impactó tanto que recuerdo haber jugado con mis playmobils emulándola. Hace unos años me compré el libro original y me volvió a apasionar. Y desde ese momento, cada cierto tiempo leo alguna pieza de la reina del misterio.
Entrar en el universo de Agatha Christie es como intentar desvelar uno de esos tramposos juegos de lógica; sabes que nada es lo que parece, pero siempre consigue sorprenderte. Personajes con enigmático pasado caen una y otra vez en trampas que tienen como única meta un ajuste de cuentas. Mayordomos y doncellas grises, detectives meticulosos, anfitriones sin rostro y huéspedes torturados se cruzan en sus páginas. Y, a pesar de repetir esquemas, su lectura engancha invariablemente; hay un crimen que resolver y hasta el último párrafo cualquiera puede ser el asesino. Eso sí, el entuerto se aclarará con honestidad, sin dejar ningún cabo suelto.
Partiendo de esas premisas, La ratonera no decepciona (a pesar de la ausencia de servicio doméstico). Una casa de huéspedes recién inaugurada aislada por la nieve sirve de escenario para una clásica historia de suspense: un crimen que resolver, la amenaza de nuevas posibles víctimas y muchos sospechosos. Llena de ritmo y adictiva de principio a fin, el lector puede jugar a ser Sherlock Holmes o Jessica Fletcher con esta obra teatral, que lleva siendo representada la friolera de 58 años de forma ininterrumpida en Londres. Una curiosidad: la autora británica cedió los derechos de esta pieza a su nieto Mathew Prichard como regalo de cumpleaños cuando era un niño, creando así al primer millonario de la familia. No está mal el regalito...
Para adictos a Agatha Christie y añorantes de Se ha escrito un crimen y demás propuestas pseudopolicíacas en las que nada es lo que parece. O sí...

"TROTTER: Hay que determinar quién ha tenido ocasión de cometer el crimen y cuál ha sido el móvil. Y permítanme que les diga una cosa: cualquiera de ustedes ha podido hacerlo. (Se oyen murmullos de protesta. Levanta la mano y señala). Hay dos escaleras: cualquiera puede haber subido al piso de arriba por una y haber bajado luego por la otra como si tal cosa (...). La cuestión principal es que todos y cada uno de ustedes estaban solos cuando se ha cometido el asesinato.
GILES: Pero sargento, habla usted como si todos fuéramos sospechosos. ¡Es ridículo!
TROTTER: Ante un asesinato, nadie está libre de sospecha".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Leyendo tu comentario sobre esta novela me han entrado ganas de leer (cosa que hace tiempo que no hago) ¿la tienes tu? si es así, ¿me la puedes dejar cuando nos veamos?,besitos M.J.