
En esta ocasión quiero recordar al Rey Midas de la televisión. Sí, es él; no hay otro. Es Aaron Spelling.
Productor de productores, nadie como él fue capaz de olfatear desde muy lejos los éxitos televisivos. Tenía un sexto, incluso un séptimo sentido para ver lo que otros no veían, y para conseguir lo que para mí es lo más complicado: tener estilo propio. Spelling fue algo más que un apellido; era una marca.
Él ponía el dinero y el talento, y elegía muy bien el producto que quería lanzar. Su carrera estuvo plagada de éxitos comerciales que hemos podido ver y disfrutar en todo el mundo. Horas y horas de entretenimiento ha rellenado este magnate del arte de la televisión. Jamás nadie ha podido superarle; nadie como él ha sabido hacer series con todos esos ingredientes capaces de mantener durante años a un público millonario.