
El autor se sumerge en la dicotomía virginidad-maternidad con este relato que demuestra que no se pueden frenar las pasiones sin pagar un alto precio. El sentimiento que despierta en mi la oscura tía Tula es compasión; dedica tanto tiempo y esfuerzo a crear seres ejemplares y así aplacar sus tentaciones que renuncia a ser feliz. Y lo peor es que, casi un siglo después, todavía existen muchas personas como ella.
"En el parto de Rosa, que fue durísimo, nadie estuvo más serena y valerosa que Gertrudis. Creeríase que era más veterana en asistir a trances tales. Llegó a haber peligro de muerte para la madre o la cría que hubiera da salir, y el médico llegó a hablar de sacársela viva o muerta.-¿Muerta? -exclamó Gertrudis; ¡eso sí que no!.
-¿Pero no ve usted que aunque se muera el crío queda la madre para hacer otros, mientras que si se muere ella no es la mismo -exclamó el médico.
Pasó rápidamente por el magín de Gertrudis replicarle que quedaban otras mdres, pero se contuvo e insistió:
-Muerta, ¡no! ¡Nunca! Y hay, adenás, que salvar un alma.
La pobre parturienta ni se enteraba de cosa alguna. Hasta que, rendida al combate, dio a luz un niño. Recogiéndolo Gertrudis con avidez, y como si nunca hubiera hecho otra cosa, lo lavó y lo envolvió en sus pañales.
-Es usted comadrona de nacimiento - le dijo el médico".
1 comentario:
Por fin revive este maravilloso blog!
Mi cachorra Tula te agradece este post.
Un abrazo muy fuerte
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