lunes, 25 de julio de 2011

MARCAPÁGINAS: LOS GROPE

“Esmond se llamaba Esmond por un personaje de una historia de amor particularmente virulenta en la que su madre estaba enfrascada poco antes de nacer su hijo. En un estado de aturdimiento y confusión producidos por las drogas tras un parto terriblemente difícil en el que Horace Wiley no había ayudado para nada, pues le tenía casi el mismo miedo a la sangre que a las alturas, Vera se consoló visualizando al Esmond de ficción. Un machote con pantalones de gamuza y con la camisa desabrochada hasta la cintura, exponiendo un torso asombrosamente viril y una melena de rizos negrísimos azotados por el viento en un despejado páramo, o de pie en un promontorio rocoso sobre un mar agitado, prometía ser un buen ejemplo para el niño, pues su madre estaba decidida a que no se pareciera en nada a su padre, una persona timorata y carente de romanticismo
Expuesto desde tan tierna edad a semejantes influencias literarias, quizá no sea de extrañar que Esmond Wiley se aficionara de pequeño a una actividad que podríamos describir como deambular”.

Empezaré mi crítica sobre la penúltima novela del escritor británico Tom Sharpe diciendo que me ha entretenido, pero no me ha terminado de convencer. En concreto, lo que menos me ha gustado es su final simple y acelerado; da la sensación de que su editor le estuviera metiendo prisa para poder publicarlo cuanto antes.
Sin embargo, hay algo más. Se intuye que el autor quería seguir paso a paso el patrón irreverente, divertido y provocador de su exitoso Wilt; lamentablemente, la jugada le sale mal y termina pareciendo un (mal) imitador de su propio estilo. El cuento del hombre retraído, pusilánime y agobiado por su excesiva y soñadora esposa ya nos lo sabemos (aunque, para ser justos, en esta ocasión quien más le saca de quicio al protagonista es su propio vástago). Y tampoco sorprende el enrevesado "no crimen" y la chapucera investigación policial consiguiente. Claro que, con más de ochenta años, no podemos pedirle a Sharpe que se reinvente.
En cualquier caso, y como decía al principio, la historia de Esmond y su familia entretiene y nos ofrece, incluso, algún momento brillante. Como viene siendo costumbre, Tom Sharpe dispara con bala en todas las direcciones y lo hace con su ácida ironía: ridiculiza a las escritoras de novelas románticas y se burla de la policía, de las madres sobreprotectoras y de la estirada sociedad británica en su conjunto.  Algunos se han tomado demasiado en serio lo que simplemente es humor y le han acusado, en mi opinión injustamente, de misógino. Al fin y al cabo, ni las mujeres ni los hombres de este relato salen demasiado bien parados. ¿O sí? Desde luego, la entrañable Vera, mi personaje favorito, merecía mejor suerte.
El libro, editado en España por Anagrama, comienza contándonos la historia de "los Grope", una familia dirigida de generación en generación por mujeres rudas y autosuficientes que practicamente secuestraban a los que después serían sus maridos con el único propósito de engendrar nuevas féminas. Hombre que entraba en el territorio de "los Grope" (quizás sería más correcto decir "las Grope"), hombre que se quedaba allí encerrado de por vida. De eso se encargaban, además de sus esposas, los peligrosos perros y, sobre todo, los toros salvajes que transitaban libremente por la finca. Y así, siglo tras siglo, la tradición se había mantenido intacta, hasta llegar a la actualidad. No puedo contar más. El resto, lo tendréis que descubrir vosotros mismos. 
Para hombres y mujeres que, a estas alturas de la película, todavía creen que el amor es el motor del mundo.¡Ilusos!

No hay comentarios: