viernes, 3 de febrero de 2012

¿A QUÉ SABE UN ÓSCAR? (I)

Ganar un Óscar conlleva pasar inmediatamente a la historia del cine. Eso, para un profesional del sector, debería ser suficiente motivo para intentar obtener uno y mostrar satisfacción al conseguirlo. Hay quien sabe valorarlo e incluso mataría por uno. Sin embargo, no siempre es así. A continuación, os presento una recopilación de grandes frases de todos los tiempos sobre la octogenaria estatuilla:

Paseando a Miss Daisy ganó el Óscar... ¿Quién coño ve esa peli hoy? Haz lo que debas ni fue nominada. Los Óscars no valen nada". 
Spike Lee
-Director y guionista resentido-

Lee asumió el papel de invitado de piedra en la gala de los premios de 1989 (que se celebró en 1990). Su película Haz lo que debas fue obviada por la Academia en las principales categorías. Sin embargo, de alguna manera, estuvo presente aquella velada. La actriz Kim Bassinger, encargada de entregar uno de los premios, se saltó el guión y sorprendió al respetable con esta salida de tono: "Hay una película que no ha sido nominada, que es la más auténtica de todas las presentadas. Y esa es Haz lo que debas. Pero así parecen que son los negocios". Cuando la actriz regresó a su sitio, el director le hizo llegar una nota de agradecimiento.
A lo largo de su carrera, Spike Lee únicamente ha sido nominado en una ocasión: al mejor guión original, precisamente por esa producción.

"Esa noche creí que iba a ganar mi tercer Óscar. Casi me muero cuando no leyeron mi nombre. Pero lo peor fue que Crawford aceptase el Óscar para Anne Bancroft de forma histérica. Yo era la nominada, pero era ella quien estaba recibiendo los aplausos". 
Bette Davis
-Actriz eternamente nominada-

Gala de 1962. Davis era candidata a mejor actriz por ¿Qué fue de Baby Jane?, pero la ganadora resultó ser Anne Bancroft por El milagro de Ana Sullivan. Ésta última no pudo acudir porque  representaba una función teatral en la ciudad de Nueva York y encargó que recogiese su premio a Joan Crawford, quien también participaba en la película de Davis, sin haber sido nominada. Hasta aquí todo normal. El problema es que Joan y Bette eran archienemigas ("No le mearía encima aunque estuviese ardiendo en llamas", llegó a decir la diva Davis). Esos caprichos tiene el destino...
Bette Davis obtuvo dos Óscar como mejor actriz por Peligrosa y Jezabel, y fue nominada a otros nueve premios. En eso le ganó la partida a Crawford, que sólo venció en una de sus tres oportunidades (mejor actriz por Mildred Pierce, en 1945).

“Nunca pude imaginar una cosa así ni en mis más salvajes sueños". 
Prince
-Cantante salvaje-

Fiel a su estilo, el  extravagante artista llegó al pabellón Dorothy Chandler de Los Ángeles montado en una limusina pintada de color púrpura y escoltado por veinte motoristas, ni uno más ni uno menos. Purple Rain (1984), la banda sonora por la que fue reconocido, pertenecía a la película homónima en la que el cantante se interpretaba a sí mismo. Afortunadamente, los académicos no se plantearon proponerle como actor. 
Además, Prince fue el encargado de entregar el Óscar al uruguayo Jorge Drexler por Al otro lado del río, único tema en castellano condecorado en toda la historia, incluido en el film Diarios de una motocicleta (2004).

“He perdido contra una traqueotomía".
Shirley MacLaine
-Actriz saludable-

La hermana de Warren Beatty era la favorita para hacerse con el galardón a la mejor actriz por su inolvidable papel de El Apartamento, de Billy Wilder, en la edición de 1960. Sin embargo, ocurrió algo que hizo que la estatuilla fuera a parar a otras manos: tres meses antes, Elizabeth Taylor, candidata por Una mujer marcada, sufrió graves problemas de salud que estuvieron a punto de costarle la vida y los médicos se vieron obligados a practicarle una traqueotomía. Como era previsible, la Academia decidió premiar a la "moribunda" estrella en detrimento de MacLaine.
Años después, la propia Taylor reconocía que no merecía ese Óscar: "El que gané en 1960 me venía un poco ancho. En circunstancias normales no me lo hubieran concedido, pero acababa de atravesar una etapa desastrosa, una grave enfermedad y una operación". 
Por cierto, a raíz de su derrota, Shirley MacLaine recibió un divertido telegrama de Billy Wilder: “Querida Shirley, puede que tú no tengas un agujero en la garganta, pero nosotros te queremos igual”.
Su momento llegaría en abril de 1984, cuando se recompensó su papel protagonista en La fuerza del cariño. Además, ha sido nominada en otras cinco ocasiones. Por su parte, la Taylor acumuló otro hombrecillo dorado (por ¿Quién teme a Virgina Wolf?, además de uno humanitario), y tres papeles finalistas. 

"Espero que no sea un error, porque no devolveré este Óscar por nada del mundo"
Yul Brynner
-Actor del método Santa Rita, Rita, Rita-

Pronunció esta frase durante le recogida del premio al mejor actor de 1956 por El rey y yo, su única oportunidad. Y no lo tenía fácil, porque competía con Rock Hudson y James Dean (ambos por Gigante), Kirk Douglas (El loco del pelo rojo) y Laurence Olivier (Ricardo III).


“El Óscar que gané reposa en mi cuarto de baño. Decidí dejarlo ahí porque sé que mis amigos y visitas quieren tener el premio en sus manos. Así que pensé que si lo dejaba en el lavabo cada uno podía tener su rato íntimo con el premio. Emma Thompson también lo tiene en su cuarto de baño y una vez que la fui a visitar, hace años, pude gozar de mi momento de gloria con aquel Óscar prestado". 
Kate Winslet
-Actriz la mar de considerada-

En el caso de la británica, a la sexta fue la vencida, a pesar de competir contra Angelina Jolie, Meryl Streep, Anne Hathaway y Melissa Leo. Sucedió en la edición de 2008. Lo curioso es que obtuvo el premio a intérprete protagonista por la película El lector por el mismo papel por el que en los Globos de Oro fue reconocida como secundaria. Seguramente no será el único de su carrera.  

"Cuando me llevé el Óscar a casa y vi cómo lo miraba Anthony, supe que nuestro matrimonio se había terminado"
Shelley Winters
-Actriz con problemas conyugales-

Mejor Actriz de reparto de 1959 por su papel en El diario de Ana Frank, por el que tuvo que engordar diez kilos para perderlos conforme avanzaba el rodaje. En esa frase se refiere a su segundo marido Anthony Franciosa, también actor, que no se tomó demasiado bien el hecho de no ser nominado en esa misma edición por Los ambiciosos. Como podéis imaginar, se divorciaron en 1960. Ella ganaría otro premio en 1965, también como secundaria, por Un retazo azul y logró dos candidaturas más. Él sólo fue aspirante en una ocasión (en 1957, por  Un sombrero lleno de lluvia). 

Continuará...