martes, 5 de junio de 2012

MARCAPÁGINAS: EL VIEJO Y EL MAR

"Decía siempre la mar. Así es como le dicen en español cuando la quieren. A veces los que la quieren hablan mal de ella, pero lo hacen siempre como si fuera una mujer. Algunos de los pescadores más jóvenes, los que usaban boyas y flotadores para sus sedales y tenían botes de motor comprados cuando los hígados de tiburón se cotizaban altos, empleaban el artículo masculino, le llamaban el mar. Habían hablado del mar como de un contendiente o un lugar, o aun un enemigo. Pero el viejo lo concebía siempre como perteneciente al género femenino y como algo que concedía o negaba grandes favores, y si hacía cosas perversas y terribles era porque no podía remediarlo. La luna, pensaba, le afecta lo mismo que a una mujer".

Hace sesenta años Ernest Hemingway publicaba esta novela, considerada como una de las mejores obras de ficción del siglo XX, sobre un anciano pescador al que la suerte le es esquiva. Un hombre marcado por la sospecha de la derrota. Un ser que necesita mirar atrás para poder seguir adelante. Y, sin embargo, un alma enamorada de ese mar, a veces en calma, a veces salvaje, a veces cómplice, a veces traidor. Perseverante y concienzudo, el viejo se autoengaña para sobrevivir, se alienta para resistir, se evade para no olvidarse de soñar. Y, así, enfrentándose al destino, aprende a no temer a la muerte, a vencer a la soledad, a ganarse el respeto de quienes no entienden que la existencia es casi tan inmensa como el océano.
El viejo y el mar es un cuento sin lobos feroces ni hadas madrinas, pero tierno y con moraleja. A lo largo del relato la experiencia se enfrenta a lo impredecible sin amilanarse; la grandeza del enemigo es reconocida, respetada y aplaudida; la honra no cede espacio a la vergüenza ni al victimismo; la admiración se obtiene independientemente del resultado final; y la lealtad se convierte en la presa más valiosa. Aunque el camino sin mapa que emprende el anciano protagonista puede resultar en algunos momentos algo lento y tedioso desde el punto de vista literario, con exceso de detalle y cierto abuso de léxico marinero, el arranque y, sobre todo, el desenlace cautivan y conmueven. Pasada la última página, ponemos los pies en tierra firme. Miramos a la orilla. El agua parece tranquila. Nos sentimos bien. Quizá porque, como dice una amiga mía, nos hemos reconciliado con la vida. Nunca una derrota supo tan dulce. Jamás una victoria resultó tan perturbadora. 
Para quienes todavía valoran la veteranía, la tenacidad, la nobleza y la fidelidad. Muy bonito.

1 comentario:

Saul Ortiz dijo...

Habrá que leer esa novela!!!