viernes, 7 de abril de 2017

¿A QUÉ SABE UN OSCAR? (IV)

“Yo me casé primero, logré el Oscar antes que Olivia y, si muero antes que ella, seguramente se indignará porque le he ganado también en eso”. 
Joan Fontaine
-La primera en todo-

Y ganó. El 15 de diciembre de 2013 fallecía Joan Fontaine a los 96 años. Llevaba 35 años sin hablarse con Olivia de Havilland, su hermana mayor, quien todavía resiste y cumplió el siglo de vida hace unos meses. Desde niñas fueron rivales y es legendaria la mala relación entre ellas. Fontaine contaba en sus memorias cómo, siendo adolescentes, Olivia le rompió la clavícula. Los hombres fueron uno de los motivos de disputa. Fontaine fue la primera en casarse, sí; pero además lo hizo con uno de los ex novios de su hermana, el también actor Brian Aherne. Compartir profesión sólo sirvió para separarles más. De hecho, las diferencias se acrecentaron cuando, en 1942, ambas competían por el Oscar a la mejor actriz y fue Joan quien se llevó el gato al agua, por Sospecha. "Fue un momento agridulce. Me quedé de piedra. Miré fijamente al otro lado de la mesa, donde estaba sentada Olivia. '¡Sube ahí arriba!', susurró autoritariamente. Sentía que se lanzaría sobre la mesa y me tiraría del pelo", reconoció en una biografía. En 1947, Olivia obtenía su primera estatuilla por Vida íntima de Julia Norris. Cuando Joan se acercó a felicitarla, le dio la espalda. "Me lanzó una mirada, ignoró mi mano, agarró su Oscar y se marchó", contó. Al final, la mayor se salió con la suya y se impuso en su particular batalla en los Premios de la Academia: Fontaine se tuvo que conformar con un galardón y dos nominaciones (por Rebeca y La ninfa constante), y la inolvidable Melania Hamilton se hizo con un segundo hombrecillo dorado (por La heredera) y otras tres candidaturas (por Lo que el viento se llevó, Si no amaneciera y Nido de víboras). Desde luego, podrían haber sido las protagonistas de ¿Qué fue de Baby Jane? Conclusión: ¡El que ríe el último, ríe mejor!

"Sólo tienes dos años más que yo… ¿dónde has estado toda mi vida? Surgí del útero de mi madre ensayando este discurso, que ahora tras tantos años he olvidado".
Christopher Plummer 
-El hombre paciente-

Después de casi seis décadas dedicado a la actuación, el inolvidable Capitán Von Trapp de Sonrisas y Lágrimas recogía su primer Oscar, como mejor actor de reparto de 2011, por meterse en la piel de un anciano que decide vivir públicamente su homosexualidad al morir su mujer en Beginners. A sus 82 años, se convertía, así, en la persona de más edad en lograr una estatuilla de la Academia, desbancando a Jessica Tandy, ganadora como mejor actriz a los 81 años por Paseando a Miss Daisy (1989). Un par de años antes había conseguido otra nominación en la misma categoría por la película La última estación, donde encarnaba al novelista ruso León Tolstói. Como curiosidad, Plummer es el séptimo intérprete canadiense en hacerse con el galardón (junto Norma Shearer, Mary Pickford, Marie Dressler, Harold Russell, Walter Huston y Anna Paquin). ¿Será Ryan Gosling el octavo?

"Oscar ahora está viviendo en casa de mis padres. Lo han puesto en el piano. Yo quería ocultarlo, pero mi madre piensa que tiene que estar visible. No me gustaba tanto esa idea. Es como si la gente viniera a visitarme sólo para mirar esta estatuilla".
Jennifer Lawrence 
-Piano man-

Si Christopher Plummer tiene el honor de ser el actor más veterano con Oscar, Jennifer Lawrence atesora otra marca: es la actriz más joven con mayor número de nominaciones (cuatro a los 25 años). La primera le llegó en 2011, con solo 20 años (por Winter's bone) y, después, vendrían su premio por El lado bueno de las cosas y otras dos oportunidades por La gran estafa americana (como secundaria) y Joy. Superaba a su tocaya Jennifer Jones, quien ostentaba el récord desde 1947 (tenía 27 años cuando la nominaron por cuarta vez). Ahora le quita importancia y quiere ocultarlo, pero bien nerviosa y emocionada estaba cuando, el 24 de febrero de 2013, ganaba su hombrecillo dorado. De hecho, nos regaló uno de los momentos más embarazosos que se recuerden en una gala: al subir las escaleras que le llevaban a la gloria, se pisó su vestido de alta costura de Dior y acabó en el suelo. El público se puso en pie para aplaudirle. "Muchas gracias. Esto es de locos. Os habéis levantado sólo porque me he caído y os sentís mal", es lo primero que dijo al respetable ya con el galardón en las manos. Debería ensayar para el futuro, porque toda apunta a que no será la última vez que la veamos en el escenario del Dolby Theatre.

"Esto es increíble, igual que toda mi vida ha sido increíble. Me gustaría agradecer a la Academia de Cine este gran honor. Agradezco a David Puttman y Rolland Joffé por darme la oportunidad de actuar por vez primera en mi vida y comparto este premio con mis amigos Sam Waterston, Dith Pran... y también con Pat Golden, la directora de casting que me encontró para este papel. Y agradezco al Dios Buda por haber podido estar esta noche aquí".
Haing S. Ngor
-Oscar (casi) autobiográfico-

El 24 de marzo de 1985, Haing S. Ngor, un ginecólogo camboyano que trabajaba como vendedor en Chinatown, se convertía en el segundo actor no profesional en conseguir el Oscar, después de Harold Russell (por Los mejores años de nuestra vida, en 1947). Lo hacía como secundario por Los gritos del silencio, que relata la conmovedora historia real del corresponsal del NY Times Sydney Schanberg y de Dith Pran, un reportero local que le servía como intérprete, cuando en 1975, tras la guerra civil camboyana, los Jemeres Rojos llegan al poder, fundan la Kampuchea Democrática y provocan el genocidio en el que se exterminó a una cuarta parte de la población del país (casi dos millones de personas). El propio Schanberg, quien logró escapar gracias a su compañero, escribió un artículo sobre su terrible experiencia (Vida y muerte de Dith Pran), que le valió el Premio Pulitzer en 1976 e inspiró la película. La elección de Haing S. Ngor para encarnar a Pran no podía ser más acertada, pues padeció en sus propias carnes la crueldad del régimen. Ejercía su profesión en Phnom Penh cuando los Jemeres Rojos tomaron el control. Fue expulsado de la capital y confinado en un campo de concentración junto a su esposa, quien fallecería estando en cautiverio. Durante los cuatro años de torturas y esclavitud, sobrevivió con una cucharada de arroz al día. En una de las ocasiones lo crucificaron y encendieron una hoguera a sus pies, dejándole en esa posición varios días. Tras la caída del régimen, se trasladó a Estados Unidos y allí el destino le tenía reservado otro giro extraordinario: convertirse en estrella de Hollywood. Sin embargo, tras los honores, la suya fue una carrera corta, con poco más de una decena de títulos menores. El 25 de febrero de 1996 apareció asesinado con un disparo en el pecho en su casa de Los Angeles. Tenía 55 años. Aunque al principio se creyó que había sido víctima de un robo y los autores fueron detenidos y condenados, siempre sobrevoló la hipótesis de que su muerte tenía connotaciones políticas debido a su participación en el film y su activismo a favor de los refugiados de su país. Triste final para alguien que se describía a sí mismo como "un hombre roto en mil pedazos". "Si muero a partir de ahora, no me importa. Esta película durará para siempre", reconoció en una ocasión. No se equivocaba.

“Sentí una gran emoción y, al mismo tiempo, estaba confusa y avergonzada. Miles de personas en pie me aplaudían y yo no me creía merecedora de tanto. Después de haber sido nominada seis veces, jamás pensé que, finalmente, iba a tener un Oscar en mis manos. Fue un momento muy especial que siempre atesoraré en mi memoria. Una emoción así es suficiente en la vida”. 
Deborah Kerr 
-Candidata hasta la eternidad-

La escocesa comparte con Thelma Ritter y Glenn Close el dudoso honor de ser la actriz con más nominaciones fallidas al Oscar (ojo: Amy Adams, con 5, amenaza con superarlas). En total, cada una se sentó en el patio de butacas con sus vestidos caros y sus alhajas, con sus nervios y sus caras de ilusión en un total de seis ocasiones. No es de extrañar la satisfacción y alegría de Kerr cuando, en la noche del 21 de marzo de 1994, la Academia le entregaba la estatuilla honorífica como reconocimiento a su extensa trayectoria y por, en palabras de la institución, ser una "artista de impecable gracia y belleza, una entregada actriz cuya carrera cinematográfica siempre ha representado perfección, disciplina y elegancia". Curiosamente, lo recibió de manos de Close, otra injusta perdedora. Mucha emoción, mucho aplauso... pero llegaba demasiado tarde. Kerr fue candidata, siempre como protagonista, en 1950, 54, 57, 58, 59 y 61 (por Edward, mi hijo, De aquí a la eternidad, El rey y yo, Sólo Dios lo sabe, Mesas separadas y Tres vidas errantes, respectivamente). Su nombre siempre aparecerá en cualquier artículo que se precie sobre los grandes ultrajados por los Oscar, junto a los de Peter O'Toole, Richard Burton, Albert Finney, Irene Dunne, Montgomery Clift... Sin embargo, seamos honestos: ninguno de ellos necesitó el premio para pasar a la eternidad. Más incluso que otros galardonados que hoy nadie recuerda.

"Cuando estaba casado con Susan Sarandon y ella también tenía un Oscar, les juntábamos en una habitación a los dos Oscar. Apagábamos la luz y poníamos música romántica. Pero no salieron bebés de Oscar". 
Tim Robbins 
-Vidas cruzadas-

No sabemos si por esta infertilidad "oscaril", pero el caso es que Robbins y Sarandon se separaron en 2009 tras 22 años de relación. Formaban uno de las pocas parejas de actores en los que ambos habían conseguido la estatuilla, junto a: Penélope Cruz y Javier Bardem, Laurence Olivier y Vivian Leigh, Paul Newman y Joanne Woodward, Michael Douglas y Catherine Zeta-Jones... (os invito a releer este artículo de 2010). Susan logró el suyo por Pena de muerte (1995), después de cuatro candidaturas fallidas, por Atlantic city (1981), Thelma y Louise (1991), Lorenzo's oil (1992) y El cliente (1994). Parece increíble que Sarandon, una de las actrices más talentosas y admiradas, lleve más de 20 años sin estar nominada. Quizá tenga algo que ver su incansable activismo político y compromiso con todo tipo de causas sociales, que a veces le ha hecho protagonizar situaciones polémicas; como cuando, junto a su exmarido, recriminaron al gobierno estadounidense la retención de 267 haitianos con VIH refugiados en Guantánamo en plena ceremonia de los premios de la Academia en 1993. Aunque, para ser justos, tampoco es que haya atinado demasiado últimamente a la hora de escoger sus papeles... Por su parte, Robbins ganó como actor de reparto por meterse en la piel a un hombre hundido tras haber sido secuestrado y violado en su infancia, en Mystic River (2003). Antes, había sido finalista por dirigir Pena de muerte (1995), entrando a formar parte de otra selecta minoría: la de las 14 nominados a las categorías de realizador y actor. Curiosamente, ninguno se consagró en ambos apartados. Cinco ganaron sólo como intérpretes (además de Robbins, Lionel Barrymore por Alma libre, Laurence Olivier por Hamlet, Roberto Benigni por La vida es bella, y George Clooney por Syriana) y seis como realizadores (John Huston por El tesoro de Sierra Madre, Woody Allen por Annie Hall, Robert Redford por Gente corriente, Warren Beatty por Rojos, Kevin Costner por Bailando con Lobos, y Clint Eastwood por Sin perdón y Million Dollar Baby). Orson Welles, John Cassavetes y Kenneth Branagh siempre se fueron a casa con las manos vacías.

1 comentario:

valdaobie dijo...
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